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viernes, 28 de febrero de 2014

Democracia «digital» (II)

Quien nos iba a decir que en una semana nos encontraríamos en el Parlament català con un remake escenificado de la estupefaciente práctica digital denunciada por el —todavía entonces— miembro del Senado, Francisco Granados, configurando un hilarante episodio que viene a confirmar la superficialidad con que juegan con las cosas de comer nuestros representantes.   

El hecho puro y duro es que nueve de diecisiete diputados del PP (53%) se han hecho merecedores de anatema votando a favor del referéndum soberanista (algo así como si un musulmán votase a favor de llenar de estatuas las mezquitas). Y este hecho objetivo indiscutible nos da pie para unas elementales reflexiones, empezando por la causa raíz del desaguisado:

El «levantadedos» y los «apretadores»
 (el perro es el Reglamento del Partido)
Vistos los resultados, lo menos que se puede decir del sistema de codificación empleado por el «portavoz» del grupo, Enric Millo, para comunicarse con sus adláteres —ignoramos si es estándar o específico— es que debe serle difícil de practicar: un dedo significa , dos dedos No y tres dedos Abstención. Porque lo que sucedió es que levantó un solo dedo (1), con lo que los nueve diputados más aventajados respondieron automáticamente —quizá inconscientemente, como acto reflejo condicional— con una espasmódica pulsación del botón afirmativo, provocando la inmediata hilaridad de la cámara (no es para menos), run-run que provocó el también inmediato apercibimiento del «portavoz» —quizá tuvo que mirarse el solitario apéndice—, el cual corrigió el gesto levantando otro dedo, con lo que el resto de obedientes diputados —se ignora si se retrasaron por perplejidad o por lentitud de reflejos— pudieron pulsar el botón «PPcorrecto». 

Hasta aquí los hechos. Vayamos por las dudas existenciales que se nos plantean y las hipotéticas respuestas:

¿Por qué el «portavoz» levanta un dedo en lugar de dos?: a) artritis; b) no estar atento; c) hacer una broma pesada.

¿Por qué nueve diputados votan «contra natura»?: a) aceptación incondicional consciente de la disciplina esterilizadora; b) reflejo condicional inconsciente (también llamado «de Pavlov») disparado por el número de dedos; c) miopía o cataratas; d) dificultad de memorización o de interpretación del complicado código «digital»; e) creer buenamente que estaban votando otra cosa; f) estar distraídos con el «wasap» (o con las musarañas).

Y para acabar de tener sobre la mesa todos los ingredientes necesarios para (intentar) efectuar una valoración de lo sucedido, conviene recordar que no se estaba votando una resolución sobre las dimensiones de los alcorques autóctonos, sino la madre de todas las resoluciones, la que puede condicionar la vida futura de nuestra pequeña tribu, la bestia negra del PP.

Y aquí estamos, como espectadores pasivos del desaguisado, intentando valorar tanto su significado como su impacto sobre nuestra sensibilidad, por cierto, ya bastante inmunizada. En primer lugar, representa la chusca confirmación de una práctica que, a pesar de ser de aplicación generalizada, no deja de sorprendernos desagradablemente: «Llevo dos años apartado apretando un botón según los dedos que se levantan», denunciaba el senador —por cierto, anecdóticamente, también del PPFrancisco Granados. Y éste es el hecho capital: la ausencia de criterio propio, sustituido por una obediencia ciega a las directrices de un mal llamado «portavoz», en un juego perverso que, en lugar del cerebro, gira en torno a algo tan prosaico y elemental como simples movimientos de dedo.

No importa la causa real específica de esta bochornosa situación. Cualquiera de las apuntadas es inaceptable. Pero vamos a proceder a una reducción simplificadora, aplicable tanto al levantadedos como a los apretadores:

  • NO sabían lo que se votaba: Sin comentarios. En la empresa privada, ya estarían despedidos.
  • SÍ sabían lo que se votaba: Mucho peor. Los que votaron afirmativamente abjuraron sin pestañear de sus más íntimas convicciones, a menos, claro está, que su pertenencia a la clase política obedezca a intereses bastardos e inconfesables, cosa que, por supuesto, no descartamos.   

Resulta muy triste, que la votación, el acto democrático por excelencia, se haya reducido a una simple cuestión de dedos, acto que, con esta práctica, sería mucho más eficaz —de mayor Calidad, pues no habría equivocaciones— y eficiente —máxima Excelencia, por minimización del gasto— si prescindiéramos de la presencia física de los apretadores y le dejásemos esta importante responsabilidad al levantadedos (perdón: «portavoz»), con la condición de concentrarse en la difícil tarea y no apretar el botón equivocado.

Notas:
1 - Nos abstenemos voluntariamente de hacer referencia a la posible utilización del dedo medio. De hecho, no consta el protocolo oficial ni la especificación de los dedos a utilizar en según que ocasiones.

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