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martes, 3 de diciembre de 2013

Donde dije digo digo Diego :-(

Reload: segundo intento.
27 de septiembre de 2012. Más de catorce meses desde la publicación de La No Conformidad Absoluta, última entrada de este blog, donde, entre otras lindezas, declaraba de forma lapidaria: «He llegado a la conclusión de que la política (con minúsculas y reducida a la mínima expresión plástica) es absolutamente incompatible con la Calidad y la Excelencia», terminando –reconozco que de forma un tanto teatral– con el manido punto 7 del Tractatus de Wittgenstein: «De lo que no se puede hablar hay que callar». Tampoco me duelen prendas en reconocer que en su corta vida (dieciocho entradas) no he hecho otra cosa que destacar la incompetencia, incoherencia e inconsistencia de la clase política, deméritos que se vuelven contra mí con este «regreso» a la palestra y que voy a aceptar deportivamente sin presentar pliego de descargo alguno.
En cambio, lo que si haré será una renovación de mis compromisos, muy en línea con la praxis aplicada por nuestros gobernantes ante unas elecciones o el inicio del curso político. Tiempo habrá de valorar el cumplimiento de mi programa.

Empezábamos definiendo el significado de Calidad y Excelencia Política, pero... ¿qué es Política? Decíamos: «...en el alcance de este blog... entendemos por Política (la mayúscula se la concedemos por tratarse del sujeto principal, no nos confundamos) al conjunto de acciones ejecutadas por las personas que, voluntariamente (esta precisión es fundamental), la ejercen». Finalizando así: «Entendemos también que estas personas son las que forman el Gobierno (central o autonómico), los Partidos de la oposición y las administraciones, empresas y entes públicos (ayuntamientos, diputaciones, etc.). Y que todos estos entes pueden (de hecho, deben) ser tratados como Empresas (con la particularidad, no menor, de que sus clientes son sus electores y la sociedad en general)».

Y así es como los vamos a tratar: como Empresas. Sometiéndoles a una auditoria, destacando sus Puntos Fuertes :-), formulando Observaciones :-| y detectando No Conformidades :-(.  Todo ello desde mi particular, intransferible y subjetivo punto de vista como cliente. Porque esto es lo que somos: clientes, receptores de un producto, receptores de un servicio, la Política, la cual debe estar siempre al servicio del ciudadano, que es quien le ha concedido el inmenso poder que detenta y quien tiene todo el derecho a exigir, en primer término, para cualquier ciudadano, la satisfacción de sus necesidades vitales, en segundo término, para los votantes y simpatizantes, el cumplimiento de los compromisos del programa electoral (Calidad política) y en último término, no menos importante para quien las tenga, la satisfacción de sus expectativas (Excelencia política)(1).

Por último... ¿dónde queda la Filosofía? Con el permiso del maestro Aristóteles, desaparecida. Habiendo –en la política– poca Calidad y menos Excelencia, la he reducido a cero. Porque no hay filosofía en la política. Si aceptamos que la filosofía es «la búsqueda de la verdad»(2), el empeño es imposible. Porque cada político, cada partido, cada sesgado militante o simpatizante tiene su verdad y, lo que es peor, quiere convencernos de ella. De ahí, la desaparición del término original en el título del blog y su sustitución por los puntos suspensivos, con objeto de que cualquiera pueda adaptar el título a su sensibilidad(3). En cuanto al subtítulo, me reafirmo en el escepticismo, pero referido a catorce meses atrás, corregido y aumentado.

1 -  En este momento, podría ser apropiado consultar la entrada Objeto, Alcance y Clientela.
2 - Permítaseme justificar esta reduccionista definición: «La filosofía es cuestionarse la realidad».
3 - Sugerencias: basura, mentira, corrupción, miseria, estafa, comedia, sainete, etc. Personalmente, en una alarde de benevolencia, prefiero «incompetencia». Todo menos «filosofía».   

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