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martes, 18 de febrero de 2014

Inmigración: Corcho y Plomo

Ya me dirán... Bizarro perfil, el del fusil.
Pasan los días y la temperatura política no baja, especialmente en la última semana, centrada en el lamentable hecho de la muerte de —hasta ahora— quince inmigrantes en su intento de ganar a nado la costa española desde la parte marroquí, separada por un cortísimo espigón, que hace la maniobra especialmente accesible y, formalmente, nada peligrosa. Porque este es el tema: la pérdida de la vida en una situación de riesgo bajo —o incluso, nulo— para quien sabe nadar. Pero sucede que a) en la playa les esperaban guardias civiles con equipo antidisturbios; b) que les llegaron a disparar pelotas de goma; c) que los inmigrantes fueron fácil e incruentamente rechazados en su primer intento de entrar por tierra por un puente (léase embudo); d) que el cortísimo espigón cuenta con una valla de seis metros de altura equipada con material punzante (¿la concertina?) y e) que, hostigados o empujados —quién sabe— desde el lado marroquí, presa de desesperación, se lanzaron al agua con la intención de llegar al otro lado.

Y sucede también que acabo de presenciar el busto sereno de la segunda de a bordo del PSOE, Elena Valenciano, en la que concurre la circunstancia de ser la cabeza de lista para las próximas elecciones europeas (porque también sucede esto: ya estamos en campaña electoral), parapetada tras un digno y teatral atril, denunciar con un porte entre severo, didáctico y ejemplar la «falta total de humanidad» de Rajoy (sic) añadiendo que «no se puede ordenar disparar contra seres humanos indefensos, extenuados y asustados que están en el mar» y que «no es gestión de fronteras, no es política migratoria. Es pura y dura humanidad» que es, precisamente, «lo que le falta a este Gobierno». Y sucede que, lo que se nos graba, lo que nos queda, lo que se nos pretende transmitir, el mensaje puro y duro es éste: la falta de «humanidad»

Y sucede también que desde la UE, no sé qué comisaria ni de qué, reconviene al Gobierno y le pide explicaciones y pronostica sanciones, explicaciones y exigencia de responsabilidades a las que se suman el resto de partidos de la oposición —que son todos—, demandando, incluso, una comisión de investigación, mecanismo que, como se ha demostrado repetidamente, no sirve absolutamente para nada, más allá de tribuna política de pim-pam-pum. 

Y sucede también que uno recuerda que cuando el PSOE gobernaba, también hubo muertos (de acuerdo, menos, sólo cinco... ¿será un problema cuantitativo?), si bien no frente a la playa (¿será éste el hecho diferencial?), que también se tuvo que defender de críticas (fundamentalmente, a su izquierda), que también utilizó material antidisturbios (incluso el Ejército y la Legión), que justificó su utilización, que tachó a los inmigrantes de «extremadamente violentos» y que en las hemerotecas y en el diario del Congreso está todo registrado (1).

Y sucede también que, en este punto, nos hemos topado de nuevo con la anti-Política, con la anti-Calidad y con la anti-Excelencia. Porque, en lugar de hacer Política (con mayúscula), nuestros políticos (con minúscula) parecen filósofos, pensadores abstractos, defensores (y detentadores únicos) de genéricos conceptos fundamentales tales como «humanidad» o «libertad», conceptos que cualquier bien nacido –sea de derechas o de izquierdas– suscribe, en lugar de proponer acciones reales, físicas, concretas, que resuelvan el problema planteado que es, no lo olvidemos, la muerte de quince desgraciados que creyeron encontrarse a las puertas del paraíso. Porque la Política es acción, acciones concretas destinada a propósitos concretos, no una colección de huecas declaraciones de intenciones o denuncias genéricas de «falta de humanidad».

Y sucede también que a uno se le ocurren muchas alternativas a la incalificable gestión del bloqueo de la incursión a nado. La primera hubiese sido dejarles pasar por el puente. Si esta medida no hubiese sido factible se hubiesen podido tender escaleras y material protector para el paso de la valla (dado que se encuentran en el lado marroquí, estas dos últimas, por falta de control, altamente improbables). Pero, una vez en el agua (avisando al otro lado, incluso mediante altavoces o a viva voz, dada la proximidad), se podían haber dispuesto balsas o lanchas de la Guardia Civil (no se dedica sólo a antidisturbios playeros) para recoger a los nadadores y trasladarlos sanos y salvos a la playa. En resumen, facilitar (incluso ayudar) el paso de la frontera.

Porque supongo que, cuando el PSOE acusa al Gobierno de «falta de humanidad», se refiere exclusivamente a la utilización de material antidisturbios, materializado en el disparo de pelotas de goma, desgraciada y lamentable utilización cuya alternativa no podía ser demasiado distinta de alguna de las apuntadas anteriormente. Pero no nos dice qué es exactamente lo que se hubiese debido de hacer. Qué es lo que hubiese hecho el PSOE. O qué es lo que hubiese ordenado hacer a la Guardia Civil. O si habría desplegado a la Legión. O qué puñetas habría hecho para no ser acusado de «falta de humanidad».

Porque esto sería hacer Política. Pero no, los políticos flotan en la superficie como corchos. Es más, yo diría que, a pesar de la inquina y las apariencias, se pasan los flotadores. Nunca se hundirán. No bucean en busca de soluciones. Unos y otros. El Gobierno con su lamentable acción y con las subsiguientes patéticas y contradictorias intervenciones absolutamente ineficaces, negando la evidencia, máxime cuando se conoce, como resulta lógico, que el incidente está grabado en vídeo y que lo ha podido ver toda España. La oposición, centrándose en argumentos genéricos y conceptuales destinados únicamente a desgastar al adversario político, agravado si cabe por la proximidad de la campaña electoral. Y en medio de todo, los inmigrantes, sujetos activos (algunos, para su desgracia, ya pasivos) de esta absoluta ineficacia política que nos asola y que, en lugar de ir al fondo del problema, los utiliza para sus bastardos fines. En definitiva, ellos son el plomo de esta triste historia. Los que, irremisiblemente, se hunden.

Y sucede también que, tras asistir a este triste, desgraciado y lamentable espectáculo, uno necesita escribir, necesita expresar de forma indeleble su protesta individual por esta incompetente clase política cuyo sectarismo les impide unir fuerzas para afrontar retos estratégicos de largo alcance, para consensuar lo que se ha dado en llamar «políticas de estado», que excedan el limitado, interesado y miope horizonte partidista de las próximas elecciones y la eventual «pérdida de poltronas». Y aquí me vienen a la cabeza múltiples ejemplos que están en la mente de todos, ejemplificados por esta malsana y contagiosa costumbre de declarar que «esta ley, y esta otra y... quedarán derogadas exactamente al minuto siguiente del cambio de la tortilla». Política constructiva, sin duda.

Nota 1 (de los periódicos):
  • Junio 2005: En Melilla, ante un intento con escaleras, Antonio Camacho, secretario de estado de seguridad, defendiéndose de IU y ERC por reprimirlo con dureza dice «existe un problema humano, pero los que primero infringen la legislación de Extranjería son los subsaharianos que pretenden entrar en ocasiones de manera especialmente violenta».
  • Septiembre 2005: Antonio Hernando, portavoz de inmigración en el Congreso, defiende la «frontera política» (refiriéndose a la valla) porque si no «no hay forma de detener este flujo migratorio».
  • Octubre 2005: Jose Antonio Alonso, ministro del interior, 94 heridos en Ceuta por «la propia concertina», no por los medios antidisturbios ni por acción policial. Pues que bien, se lo han hecho solos, añado yo.
  • Junio 2006: Justo Zambrana, subsecretario de interior, justifica el uso de material antidisturbios ante el «violento asalto» de 300 inmigrantes, con el resultado de 3 muertos en nuestro lado y 2 en lado marroquí.
  • Puede seguir, pero ya me cansé...

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