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viernes, 28 de febrero de 2014

Democracia «digital» (II)

Quien nos iba a decir que en una semana nos encontraríamos en el Parlament català con un remake escenificado de la estupefaciente práctica digital denunciada por el —todavía entonces— miembro del Senado, Francisco Granados, configurando un hilarante episodio que viene a confirmar la superficialidad con que juegan con las cosas de comer nuestros representantes.   

El hecho puro y duro es que nueve de diecisiete diputados del PP (53%) se han hecho merecedores de anatema votando a favor del referéndum soberanista (algo así como si un musulmán votase a favor de llenar de estatuas las mezquitas). Y este hecho objetivo indiscutible nos da pie para unas elementales reflexiones, empezando por la causa raíz del desaguisado:

El «levantadedos» y los «apretadores»
 (el perro es el Reglamento del Partido)
Vistos los resultados, lo menos que se puede decir del sistema de codificación empleado por el «portavoz» del grupo, Enric Millo, para comunicarse con sus adláteres —ignoramos si es estándar o específico— es que debe serle difícil de practicar: un dedo significa , dos dedos No y tres dedos Abstención. Porque lo que sucedió es que levantó un solo dedo (1), con lo que los nueve diputados más aventajados respondieron automáticamente —quizá inconscientemente, como acto reflejo condicional— con una espasmódica pulsación del botón afirmativo, provocando la inmediata hilaridad de la cámara (no es para menos), run-run que provocó el también inmediato apercibimiento del «portavoz» —quizá tuvo que mirarse el solitario apéndice—, el cual corrigió el gesto levantando otro dedo, con lo que el resto de obedientes diputados —se ignora si se retrasaron por perplejidad o por lentitud de reflejos— pudieron pulsar el botón «PPcorrecto». 

Hasta aquí los hechos. Vayamos por las dudas existenciales que se nos plantean y las hipotéticas respuestas:

¿Por qué el «portavoz» levanta un dedo en lugar de dos?: a) artritis; b) no estar atento; c) hacer una broma pesada.

¿Por qué nueve diputados votan «contra natura»?: a) aceptación incondicional consciente de la disciplina esterilizadora; b) reflejo condicional inconsciente (también llamado «de Pavlov») disparado por el número de dedos; c) miopía o cataratas; d) dificultad de memorización o de interpretación del complicado código «digital»; e) creer buenamente que estaban votando otra cosa; f) estar distraídos con el «wasap» (o con las musarañas).

Y para acabar de tener sobre la mesa todos los ingredientes necesarios para (intentar) efectuar una valoración de lo sucedido, conviene recordar que no se estaba votando una resolución sobre las dimensiones de los alcorques autóctonos, sino la madre de todas las resoluciones, la que puede condicionar la vida futura de nuestra pequeña tribu, la bestia negra del PP.

Y aquí estamos, como espectadores pasivos del desaguisado, intentando valorar tanto su significado como su impacto sobre nuestra sensibilidad, por cierto, ya bastante inmunizada. En primer lugar, representa la chusca confirmación de una práctica que, a pesar de ser de aplicación generalizada, no deja de sorprendernos desagradablemente: «Llevo dos años apartado apretando un botón según los dedos que se levantan», denunciaba el senador —por cierto, anecdóticamente, también del PPFrancisco Granados. Y éste es el hecho capital: la ausencia de criterio propio, sustituido por una obediencia ciega a las directrices de un mal llamado «portavoz», en un juego perverso que, en lugar del cerebro, gira en torno a algo tan prosaico y elemental como simples movimientos de dedo.

No importa la causa real específica de esta bochornosa situación. Cualquiera de las apuntadas es inaceptable. Pero vamos a proceder a una reducción simplificadora, aplicable tanto al levantadedos como a los apretadores:

  • NO sabían lo que se votaba: Sin comentarios. En la empresa privada, ya estarían despedidos.
  • SÍ sabían lo que se votaba: Mucho peor. Los que votaron afirmativamente abjuraron sin pestañear de sus más íntimas convicciones, a menos, claro está, que su pertenencia a la clase política obedezca a intereses bastardos e inconfesables, cosa que, por supuesto, no descartamos.   

Resulta muy triste, que la votación, el acto democrático por excelencia, se haya reducido a una simple cuestión de dedos, acto que, con esta práctica, sería mucho más eficaz —de mayor Calidad, pues no habría equivocaciones— y eficiente —máxima Excelencia, por minimización del gasto— si prescindiéramos de la presencia física de los apretadores y le dejásemos esta importante responsabilidad al levantadedos (perdón: «portavoz»), con la condición de concentrarse en la difícil tarea y no apretar el botón equivocado.

Notas:
1 - Nos abstenemos voluntariamente de hacer referencia a la posible utilización del dedo medio. De hecho, no consta el protocolo oficial ni la especificación de los dedos a utilizar en según que ocasiones.

lunes, 24 de febrero de 2014

Apretar el botón, sólo apretar el botón

Éstos son los hechos:
  • El miércoles pasado, el diario El Mundo revela que el senador del PP y diputado por la Asamblea de Madrid, Francisco Granados, tenía una cuenta en Suiza a su nombre con 1.500.000 €, cuenta que, según las autoridades helvéticas, se mantenía operativa hasta las Navidades.
  • Inmediatamente, la oposición pide dimisiones y responsabilidades «políticas y judiciales», denuncia la «insoportable afición del PP por las cuentas suizas» y formula una pregunta parlamentaria sobre si se benefició de la amnistía fiscal, etc., etc.
  • En una entrevista radiofónica declara sentirse «dolido» y «harto de escuchar determinado tipo de comentarios», además de que él no tiene que «aferrarse» al escaño porque tiene un empleo en la empresa privada y que, debido a ello —no a la información sobre la cuenta en Suiza—, ya hacía tiempo que planeaba dejar el cargo.
  • Abundando en el tema, en una entrevista televisiva insinúa que dejará pronto la política. «Llevo dos años apartado apretando un botón según los dedos que se levantan», señalando que «vitalmente», la política «le merece muy poco la pena»«Me tendré que  plantear dedicarme a mi vida de siempre».
  • El jueves, Francisco Granados, antiguo broker de inversiones, ex-secretario general del PP y toda una figura en Valdemoro —concejal en 1995, alcalde en 1999 y hoy, todavía presidente del PP— anuncia que presentará mañana (viernes 21) su renuncia como diputado en la Asamblea de Madrid, decisión que le hará causar baja automática como senador, por serlo en representación autonómica.
  • ... (hasta ahora, silencio, no hay más reacciones).
Y éstas son mis conclusiones:

Me importa un bledo si ha tenido, tiene o deja de tener una cuenta en Suiza y, si existe o ha existido, tanto su cuantía como su origen, sea lícito o ilícito, así como la estupidez —impropia de un antiguo broker— que representa tenerla —si es así— a su nombre. Y me importa un bledo porque poco puedo hacer, más allá de esperar —que no confiar— que la Justicia lo sustancie, que es quien, a fin de cuentas, debe hacerlo.

También me importa un bledo que no tenga que «aferrarse» al escaño porque tenga la vida —se refiere a «su vida de siempre»— resuelta fuera de la política (1), carga de profundidad nada subliminal sobre el resto de la «clase política» que sigue «aferrada».

Lo que me resulta sorprendente es la ausencia total de reacciones, el sepulcral silencio que ha merecido la definición de su tarea senatorial sintetizada en la contundente frase «llevo dos años apartado apretando un botón según los dedos que se levantan», difundida a los cuatro vientos en una entrevista televisiva, silencio que contrasta con la inmediata reacción provocada por una «noticia» periodística que, a pesar de su más que probable veracidad, no está contrastada ni verificada.

Y además, se tronchan (observen sus pulgares: Granados
 los muestra, González los oculta)
Por lo visto, que un senador manifieste públicamente en televisión que su tarea se limita a actuar como una marioneta siguiendo las órdenes de «dedos que se levantan» no merece la más mínima reprobación, transmitiendo a los sufridores clientes políticos —nosotros—  el mensaje de que a) «el que calla otorga», no sea que les salga el tiro por la culata y se revuelva el gallinero; b) de que sus declaraciones son extrapolables a todos los senadores y c) que no hacen otra cosa que mirar dedos y apretar botones. Qué triste mensaje. No tienen —o quizá tienen demasiado— sentido del ridículo, ni del corporativismo ni de la mínima ejemplaridad exigible a cargos públicos de tanto raigambre: Senadores o miembros de la Cámara «Alta».

Hubiese preferido mil veces una crítica fundamentada a sus declaraciones —ya sé que es difícil— a la aceptación implícita de un Senado inoperante. Incluso la hubiese preferido a las automáticas, inmediatas, cansinas y recurrentes reacciones a que nos tienen acostumbrados ante hechos sin verificar, con el único objetivo —la búsqueda de la verdad es lo que menos importa— de castigar al adversario por los medios que sea.  

Quizá la clave esté en que no todos tienen —presuntamente— cuentas de 1.500.000 € en Suiza, pero sí todos «miran dedos» y «sólo aprietan botones». Espero que, con la práctica, lo hagan con gran Calidad y Excelencia. Sólo que la Política... no es esto, no es esto (mejor dicho, no lo debería ser).

Notas:
1 - Ésta es su vida —declarada— «dentro de la política», sin contar los emolumentos percibidos por su actividad en el Senado, en sus propias palabras: «apretando botones»:
http://www.senado.es/legis10/senadores/regbi/DBR_1228.pdf

martes, 18 de febrero de 2014

Inmigración: Corcho y Plomo

Ya me dirán... Bizarro perfil, el del fusil.
Pasan los días y la temperatura política no baja, especialmente en la última semana, centrada en el lamentable hecho de la muerte de —hasta ahora— quince inmigrantes en su intento de ganar a nado la costa española desde la parte marroquí, separada por un cortísimo espigón, que hace la maniobra especialmente accesible y, formalmente, nada peligrosa. Porque este es el tema: la pérdida de la vida en una situación de riesgo bajo —o incluso, nulo— para quien sabe nadar. Pero sucede que a) en la playa les esperaban guardias civiles con equipo antidisturbios; b) que les llegaron a disparar pelotas de goma; c) que los inmigrantes fueron fácil e incruentamente rechazados en su primer intento de entrar por tierra por un puente (léase embudo); d) que el cortísimo espigón cuenta con una valla de seis metros de altura equipada con material punzante (¿la concertina?) y e) que, hostigados o empujados —quién sabe— desde el lado marroquí, presa de desesperación, se lanzaron al agua con la intención de llegar al otro lado.

Y sucede también que acabo de presenciar el busto sereno de la segunda de a bordo del PSOE, Elena Valenciano, en la que concurre la circunstancia de ser la cabeza de lista para las próximas elecciones europeas (porque también sucede esto: ya estamos en campaña electoral), parapetada tras un digno y teatral atril, denunciar con un porte entre severo, didáctico y ejemplar la «falta total de humanidad» de Rajoy (sic) añadiendo que «no se puede ordenar disparar contra seres humanos indefensos, extenuados y asustados que están en el mar» y que «no es gestión de fronteras, no es política migratoria. Es pura y dura humanidad» que es, precisamente, «lo que le falta a este Gobierno». Y sucede que, lo que se nos graba, lo que nos queda, lo que se nos pretende transmitir, el mensaje puro y duro es éste: la falta de «humanidad»

Y sucede también que desde la UE, no sé qué comisaria ni de qué, reconviene al Gobierno y le pide explicaciones y pronostica sanciones, explicaciones y exigencia de responsabilidades a las que se suman el resto de partidos de la oposición —que son todos—, demandando, incluso, una comisión de investigación, mecanismo que, como se ha demostrado repetidamente, no sirve absolutamente para nada, más allá de tribuna política de pim-pam-pum. 

Y sucede también que uno recuerda que cuando el PSOE gobernaba, también hubo muertos (de acuerdo, menos, sólo cinco... ¿será un problema cuantitativo?), si bien no frente a la playa (¿será éste el hecho diferencial?), que también se tuvo que defender de críticas (fundamentalmente, a su izquierda), que también utilizó material antidisturbios (incluso el Ejército y la Legión), que justificó su utilización, que tachó a los inmigrantes de «extremadamente violentos» y que en las hemerotecas y en el diario del Congreso está todo registrado (1).

Y sucede también que, en este punto, nos hemos topado de nuevo con la anti-Política, con la anti-Calidad y con la anti-Excelencia. Porque, en lugar de hacer Política (con mayúscula), nuestros políticos (con minúscula) parecen filósofos, pensadores abstractos, defensores (y detentadores únicos) de genéricos conceptos fundamentales tales como «humanidad» o «libertad», conceptos que cualquier bien nacido –sea de derechas o de izquierdas– suscribe, en lugar de proponer acciones reales, físicas, concretas, que resuelvan el problema planteado que es, no lo olvidemos, la muerte de quince desgraciados que creyeron encontrarse a las puertas del paraíso. Porque la Política es acción, acciones concretas destinada a propósitos concretos, no una colección de huecas declaraciones de intenciones o denuncias genéricas de «falta de humanidad».

Y sucede también que a uno se le ocurren muchas alternativas a la incalificable gestión del bloqueo de la incursión a nado. La primera hubiese sido dejarles pasar por el puente. Si esta medida no hubiese sido factible se hubiesen podido tender escaleras y material protector para el paso de la valla (dado que se encuentran en el lado marroquí, estas dos últimas, por falta de control, altamente improbables). Pero, una vez en el agua (avisando al otro lado, incluso mediante altavoces o a viva voz, dada la proximidad), se podían haber dispuesto balsas o lanchas de la Guardia Civil (no se dedica sólo a antidisturbios playeros) para recoger a los nadadores y trasladarlos sanos y salvos a la playa. En resumen, facilitar (incluso ayudar) el paso de la frontera.

Porque supongo que, cuando el PSOE acusa al Gobierno de «falta de humanidad», se refiere exclusivamente a la utilización de material antidisturbios, materializado en el disparo de pelotas de goma, desgraciada y lamentable utilización cuya alternativa no podía ser demasiado distinta de alguna de las apuntadas anteriormente. Pero no nos dice qué es exactamente lo que se hubiese debido de hacer. Qué es lo que hubiese hecho el PSOE. O qué es lo que hubiese ordenado hacer a la Guardia Civil. O si habría desplegado a la Legión. O qué puñetas habría hecho para no ser acusado de «falta de humanidad».

Porque esto sería hacer Política. Pero no, los políticos flotan en la superficie como corchos. Es más, yo diría que, a pesar de la inquina y las apariencias, se pasan los flotadores. Nunca se hundirán. No bucean en busca de soluciones. Unos y otros. El Gobierno con su lamentable acción y con las subsiguientes patéticas y contradictorias intervenciones absolutamente ineficaces, negando la evidencia, máxime cuando se conoce, como resulta lógico, que el incidente está grabado en vídeo y que lo ha podido ver toda España. La oposición, centrándose en argumentos genéricos y conceptuales destinados únicamente a desgastar al adversario político, agravado si cabe por la proximidad de la campaña electoral. Y en medio de todo, los inmigrantes, sujetos activos (algunos, para su desgracia, ya pasivos) de esta absoluta ineficacia política que nos asola y que, en lugar de ir al fondo del problema, los utiliza para sus bastardos fines. En definitiva, ellos son el plomo de esta triste historia. Los que, irremisiblemente, se hunden.

Y sucede también que, tras asistir a este triste, desgraciado y lamentable espectáculo, uno necesita escribir, necesita expresar de forma indeleble su protesta individual por esta incompetente clase política cuyo sectarismo les impide unir fuerzas para afrontar retos estratégicos de largo alcance, para consensuar lo que se ha dado en llamar «políticas de estado», que excedan el limitado, interesado y miope horizonte partidista de las próximas elecciones y la eventual «pérdida de poltronas». Y aquí me vienen a la cabeza múltiples ejemplos que están en la mente de todos, ejemplificados por esta malsana y contagiosa costumbre de declarar que «esta ley, y esta otra y... quedarán derogadas exactamente al minuto siguiente del cambio de la tortilla». Política constructiva, sin duda.

Nota 1 (de los periódicos):
  • Junio 2005: En Melilla, ante un intento con escaleras, Antonio Camacho, secretario de estado de seguridad, defendiéndose de IU y ERC por reprimirlo con dureza dice «existe un problema humano, pero los que primero infringen la legislación de Extranjería son los subsaharianos que pretenden entrar en ocasiones de manera especialmente violenta».
  • Septiembre 2005: Antonio Hernando, portavoz de inmigración en el Congreso, defiende la «frontera política» (refiriéndose a la valla) porque si no «no hay forma de detener este flujo migratorio».
  • Octubre 2005: Jose Antonio Alonso, ministro del interior, 94 heridos en Ceuta por «la propia concertina», no por los medios antidisturbios ni por acción policial. Pues que bien, se lo han hecho solos, añado yo.
  • Junio 2006: Justo Zambrana, subsecretario de interior, justifica el uso de material antidisturbios ante el «violento asalto» de 300 inmigrantes, con el resultado de 3 muertos en nuestro lado y 2 en lado marroquí.
  • Puede seguir, pero ya me cansé...

miércoles, 12 de febrero de 2014

Voto secreto, Coño público

La verdad es que me lo han puesto «a huevo». Y utilizo esta palabra con pleno conocimiento de causa, emulando su sonada utilización por parte del presidente del Congreso (si bien es cierto que robada por un micrófono indiscreto) e intentando ponerme a la altura del debate parlamentario. ¿Porqué? Pues porque no esperaba encontrar tan rápido un tema al que hincarle el diente. Y el catalizador ha sido la jornada de ayer en la cámara magna, en el templo donde se retratan diariamente —excepto en sus prolongados y reparadores períodos vacacionales— nuestros «representantes».

Deseo puntualizar que en estas reflexiones no se va a efectuar ningún juicio de valor sobre el protagonista principal: la Ley Orgánica de Protección de los Derechos del Concebido y de la Mujer Embarazada (vulgo despectivo: Ley del aborto de Gallardón), más allá de señalar que se encuentra en fase de anteproyecto y que ya está dando mucha guerra, como lo demuestra la sesión de ayer.

Aquí, voto público... ¡¡¡ SIEMPRE !!!
El objeto principal de reflexión es el voto «secreto» en la Cámara. Por descontado, no voy a poner en duda su legitimación democrática —que es la máxima—. Lo que voy a criticar es su utilización en un foro —el más importante— donde la transparencia debería ser la norma fundamental. Creo indiscutible el derecho de todos nosotros —los clientes— de conocer el voto de nuestros representantes, lo que implica que debe ser público. Formalmente, no hay nada que objetar, dado que el Reglamento del Congreso lo permite (1) y se ha solicitado y realizado conforme a lo reglamentado, pero sorprende que esta modalidad se haya utilizado con anterioridad únicamente en dos ocasiones (2), lo que le da un carácter exótico, de singularidad indiscutible, que me lleva a extender mi reflexión a las causas de este extraordinario suceso.

Es bien sabido que —en este caso, vulnerando el Reglamento (3)— las votaciones de cada grupo son un reflejo gregario y masivo de la postura del partido, expresada sin ambages —incluso gesticulando— por el portavoz, en un papel que, desgraciadamente, se percibe como el de pastor de un rebaño (me resulta increíble que ellos no perciban lo mismo). Y que toda desviación del balido colectivo es severamente castigada. Pero, a fin de cuentas, no se esconden —probablemente, ni les importa— y las votaciones son públicas. Podríamos pues suponer que, en contadas ocasiones —tres, hasta la fecha—, a algunos diputados les da la vena democrática extrema y se sienten impelidos a rehuir reglamentariamente la obediencia gregaria, solicitando el voto «secreto».

Pero no es así. En este caso, fue solicitada por el principal grupo de la oposición para votar una proposición «no de ley» de retirada INMEDIATA —las mayúsculas son mías— del anteproyecto de Gallardón. Pero no se engañen, no se trataba de elevar el nivel democrático de la práctica parlamentaria, sino de abochornar al partido del Gobierno, explotando hipotéticas —y deseadas— discrepancias en su seno, para ponerlas en evidencia. Una justificación bastarda, en ningún modo práctica ni altruista, dado que conocían de antemano el resultado: la pérdida de la votación (4). Es decir, un jueguecito de baja estofa política que nada aporta al fondo del problema, que existe y es importante. Por si esto fuera poco, los miembros del grupo del Gobierno, siguieron el juego y, haciendo tabla rasa de sus convicciones declaradas, hicieron piña con el único objeto de «devolver la pelota». Ejemplarizante.

Pero no acabó ahí la cosa. Como un reflejo más de la (escasa) altura dialéctica de algunos de nuestros representantes, una parlamentaria concluyó su intervención con la contundente deposición: «Señorías, en una frase: en mi coño y en mi moño mando yo y solamente yo», frase que me libraré muy mucho de discutir por su generalidad, probablemente extensible a la totalidad del género femenino (con excepción de sus estancias en la peluquería —aclaro: solamente en el caso del moño—).

Lo dicho: Voto secreto, Coño público, cuando mi sensibilidad como cliente político hubiese preferido precisamente lo contrario: Voto público y Coño secreto.

Calidad, Excelencia y... Política: ¿Dónde estáis?

Notas:
1 - Si lo solicita una quinta parte de los diputados (70 de 350).
2 - El GAL (1995) e Irak (2003).
3 - «El voto de los Diputados es personal e indelegable...» Artículo 79.
4 - 151 si, 183 no, 6 abstenciones  (PP, presentes179 de 186).

martes, 11 de febrero de 2014

Seguir... ¿para qué?

Esta molesta pregunta no ha dejado de rondar mi cabeza cada vez que me planteaba una nueva entrada en este blog. En especial tras la reciente reanudación de actividades, la cual, debo reconocer, se ha quedado en una mera declaración de intenciones, en un programa voceado e incumplido que emula, precisamente, al objeto de mis críticas: la política, tal y como la percibimos en nuestra sufrida condición de clientes.

Y llegados a este punto, no estará de más refrescar la definición(1) de cliente: “Receptor de un producto o servicio”(2). Es decir, aceptando la precisa definición aristotélica, recibir un servicio es la esencia de la existencia de los clientes. Dicho de otra forma, si no se recibe un servicio, se puede ser cualquier cosa, menos cliente. Y, tratando de política, no cabe duda de que nuestros proveedores son los políticos, los que nos deberían prestar los servicios que les hemos delegado –o eso creemos– a nuestra máxima satisfacción –no a la suya–, es decir, con la máxima Calidad y Excelencia

Finalizada esta digresión aclaratoria, regresamos al tema principal con la siguiente batería de preguntas: ¿Somos realmente clientes? Los políticos, ¿nos prestan realmente algún servicio? ¿Qué sentido tiene hacer pivotar la esencia de este blog en términos tan grandilocuentes y dignos como Calidad y Excelencia, si no son aplicables porque no somos clientes, porque no recibimos NADA? Y qué decir del subtítulo... ¿cuándo he reflexionado?

Porque creo que no le he hecho nunca. El compromiso y formato declarado, basado en una auditoría aséptica y forense, es, precisamente, la antítesis de la reflexión. La –siempre pretendida, difícilmente conseguida– objetividad inherente a toda auditoría, basada en evidencias concretas, revelando los incumplimientos de los requisitos y las expectativas de los “clientes”, no debería dejar lugar a reflexión alguna, más allá de la necesaria para la justificación fundamentada de las no conformidades. Por lo tanto, aquí reconozco una flagrante inconsistencia, que, de ser cometida por un político, indudablemente hubiese sido objeto de mis críticas.

Por otra parte, creo que SÍ SOMOS CLIENTES. Porque siempre recibimos algo de nuestros políticos. Bueno o malo, pero algo. Y además, siempre tenemos necesidades y expectativas, las cuales tenemos todo el derecho de reclamar(3). Y un cliente puede –y debe– exigir Calidad y Excelencia a sus políticos. 

Vamos pues a seguir, pero corrigiendo el tiro. Pienso abandonar el rígido formato utilizado hasta ahora, la atención monotema y la calificación –quizá un tanto presuntuosa– como No Conformidad del único suceso comentado, abriendo el blog a reflexiones más conceptuales, no necesariamente relacionadas con eventos de actualidad –aunque sin olvidarla–, orillando de forma cómoda e interesada la tediosa y dificultosa tarea de selección y categorización a que nos somete la permanente avalancha de sucesos políticamente (in)tratables, pero manteniendo –espero– la coherencia con el título y subtítulo del blog.

Esperando la utopía (Política con mayúsculas).
En resumen, la pretendida e ilusoria objetividad deja paso a la subjetividad reflexiva, al escalado a lo colectivo (esto es la Política) de la Ética personal, a la opinión, sin ánimo de proselitismo, pero debidamente fundamentada, desde una posición de partida –y diría también de llegada– altamente escéptica, respecto a los políticos y la condición humana, pero no agnóstica ni atea, porque creo en la Política (así, con mayúscula), debido, fundamentalmente, a que todos necesitamos alguna que otra utopía que llevarnos a la boca. 

Notas:
1 - «Una definición es una frase que significa la esencia de una cosa» (Aristóteles).
2 - UNE-EN-ISO 9000:2005 3.3.5.
3 -  En especial, si les hemos votado y han incumplido su programa (la abstención y el voto en blanco requieren atención especial. Se la dedicaremos).