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martes, 11 de febrero de 2014

Seguir... ¿para qué?

Esta molesta pregunta no ha dejado de rondar mi cabeza cada vez que me planteaba una nueva entrada en este blog. En especial tras la reciente reanudación de actividades, la cual, debo reconocer, se ha quedado en una mera declaración de intenciones, en un programa voceado e incumplido que emula, precisamente, al objeto de mis críticas: la política, tal y como la percibimos en nuestra sufrida condición de clientes.

Y llegados a este punto, no estará de más refrescar la definición(1) de cliente: “Receptor de un producto o servicio”(2). Es decir, aceptando la precisa definición aristotélica, recibir un servicio es la esencia de la existencia de los clientes. Dicho de otra forma, si no se recibe un servicio, se puede ser cualquier cosa, menos cliente. Y, tratando de política, no cabe duda de que nuestros proveedores son los políticos, los que nos deberían prestar los servicios que les hemos delegado –o eso creemos– a nuestra máxima satisfacción –no a la suya–, es decir, con la máxima Calidad y Excelencia

Finalizada esta digresión aclaratoria, regresamos al tema principal con la siguiente batería de preguntas: ¿Somos realmente clientes? Los políticos, ¿nos prestan realmente algún servicio? ¿Qué sentido tiene hacer pivotar la esencia de este blog en términos tan grandilocuentes y dignos como Calidad y Excelencia, si no son aplicables porque no somos clientes, porque no recibimos NADA? Y qué decir del subtítulo... ¿cuándo he reflexionado?

Porque creo que no le he hecho nunca. El compromiso y formato declarado, basado en una auditoría aséptica y forense, es, precisamente, la antítesis de la reflexión. La –siempre pretendida, difícilmente conseguida– objetividad inherente a toda auditoría, basada en evidencias concretas, revelando los incumplimientos de los requisitos y las expectativas de los “clientes”, no debería dejar lugar a reflexión alguna, más allá de la necesaria para la justificación fundamentada de las no conformidades. Por lo tanto, aquí reconozco una flagrante inconsistencia, que, de ser cometida por un político, indudablemente hubiese sido objeto de mis críticas.

Por otra parte, creo que SÍ SOMOS CLIENTES. Porque siempre recibimos algo de nuestros políticos. Bueno o malo, pero algo. Y además, siempre tenemos necesidades y expectativas, las cuales tenemos todo el derecho de reclamar(3). Y un cliente puede –y debe– exigir Calidad y Excelencia a sus políticos. 

Vamos pues a seguir, pero corrigiendo el tiro. Pienso abandonar el rígido formato utilizado hasta ahora, la atención monotema y la calificación –quizá un tanto presuntuosa– como No Conformidad del único suceso comentado, abriendo el blog a reflexiones más conceptuales, no necesariamente relacionadas con eventos de actualidad –aunque sin olvidarla–, orillando de forma cómoda e interesada la tediosa y dificultosa tarea de selección y categorización a que nos somete la permanente avalancha de sucesos políticamente (in)tratables, pero manteniendo –espero– la coherencia con el título y subtítulo del blog.

Esperando la utopía (Política con mayúsculas).
En resumen, la pretendida e ilusoria objetividad deja paso a la subjetividad reflexiva, al escalado a lo colectivo (esto es la Política) de la Ética personal, a la opinión, sin ánimo de proselitismo, pero debidamente fundamentada, desde una posición de partida –y diría también de llegada– altamente escéptica, respecto a los políticos y la condición humana, pero no agnóstica ni atea, porque creo en la Política (así, con mayúscula), debido, fundamentalmente, a que todos necesitamos alguna que otra utopía que llevarnos a la boca. 

Notas:
1 - «Una definición es una frase que significa la esencia de una cosa» (Aristóteles).
2 - UNE-EN-ISO 9000:2005 3.3.5.
3 -  En especial, si les hemos votado y han incumplido su programa (la abstención y el voto en blanco requieren atención especial. Se la dedicaremos).

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