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domingo, 29 de junio de 2014

Cuent@s familiares

Permítaseme empezar con una digresión, que no lo es tanto si consideramos que nos encontramos en un blog dedicado a la política. Me voy a referir al empleo en el título del símbolo @, unidad antediluviana de peso en su designación nominal (arroba), arquetipo formal —de forma, no de fondo— de lo “políticamente” correcto en igualdad de género y, en mi opinión, haciendo honor a su nombre, muy pesado y trasnochado (1). Nos encontramos inmersos en un mundo más preocupado por la forma que por el fondo, evidenciado de forma paradigmática por la coexistencia amigable de cinco hechos paradójicos:
  1. Forma: El discurso político ha incorporado, en todas sus corrientes y banderías, el símbolo @ (verbalizado en el empleo obsesivo y secuencial del género masculino y femenino, con total independencia de que sea o no “gramaticalmente” correcto);
  2. Forma: La regulación normativa de la presencia tasada de ambos géneros en órganos de gobierno de entes privados y públicos;
  3. Forma: La preocupación formal por hablar continuamente de los desajustes económicos y discriminatorios entre ambos géneros;
  4. Fondo: La total y absoluta falta de preocupación real por tomar medidas de control eficaces para verificar y corregir la discriminación real existente, siendo de ello un ejemplo palmario la discriminación en el salario. La regla debería ser simple: “Mismo trabajo, mismo salario” (2) y
  5. Fondo: La proliferación de programas televisivos en los que se somete a escarnio público al supuesto género discriminado, sin mayor atención por parte del sistema “políticamente” correcto y "epidérmicamente" igualitario. 
Pero no es ésta la aplicación en el título. Más que igualación de género, basándome en la elegante e ingeniosa representación conjunta de dos letras, pretendo expresar una paradójica diferenciación conceptual. Puede leerse indistintamente como «Cuentas familiares» o como «Cuentos familiares», dos significados radicalmente distintos, pero que hoy veremos como convergen y hasta se confunden.  

Consanguinidad y Parentesco
El tema de hoy ha sido tratado con intensidad en la práctica totalidad de medios, pero como es habitual, transcurrida una semana ha sido olvidado, sepultado por el aluvión de datos con el que nos obsequia la actualidad y sus voceros. En la exposición de hechos me referiré a dos de ellos, de distinta y distante línea política, cuyos recortes en papel almacené por considerarlos relevantes y merecedores de atención. Empecemos por los títulos (ambos a cuatro columnas; los subrayados son míos):

  • «Familias en el órgano fiscalizador del Estado. Los lazos de parentesco en el Tribunal de Cuentas alcanzan a 100 empleados» (El País, 24 de junio de 2014).
  • «El presidente del Tribunal de Cuentas comparecerá por el posible enchufismo» (La Vanguardia, 25 de junio de 2014).

Sorprende la contundencia del planteamiento, en especial el empleo del término «enchufismo» por el conservador y cincunspecto medio barcelonés, apenas mitigado por su calificación de «posible».

  • El País: «...aproximadamente el 14% de la plantilla tiene vínculos familiares dentro de la institución y cerca de un 10% tiene vinculaciones con altos y medios cargos».
  • El País: «Desde el actual presidente, hasta el comité de empresa... tienen entre la plantilla a esposas, cuñados, concuñadas, primos carnales, hermanos, sobrinos, hijos, nueras, yernos e, incluso, amigos de la infancia, parejas sentimentales y hermanas de éstas».
  • El País: «Un portavoz señala que todos los empleados han superado “una oposición libre y abierta”».
  • La Vanguardia: «Álvarez de Miranda niega irregularidades y se defiende resaltando que es “fruto de la casualidad” y de una cierta “vocación familiar” de la institución».

Poco que añadir, en especial tras la precisa y didáctica enumeración de términos familiares y amistosos, la cual, por extensa, nos hemos abstenido de subrayar. Pero algo añadiremos. El hecho de que el organismo encargado de fiscalizar las cuentas del Estado sea el protagonista de tamaño despropósito confirma mi escepticismo y mi convicción en la absoluta imposibilidad de que la Calidad y Excelencia política sea algo factible. Que la peregrina justificación del fiasco se apoye públicamente en la «casualidad» y en la «vocación familiar», representa, además de un sacrilegio estadístico, una ofensa a la razón y un atentado a la inteligencia básica, lo que sumado al hecho de que no haya provocado la inmediata repulsa, la petición de dimisión, de un auditoria (3) o la presentación de querellas por parte de la «clase» política ni de los medios, reafirma mi conclusión de que esto no tiene arreglo. Por si esto fuera poco, la transversalidad política de los enchufadores, que se reparte por todo el espectro, la mayoría de ellos enemigos acérrimos de la consanguinidad en los cargos públicos (4) —con excepción de ellos mismos, por supuesto— evidencia de nuevo una confabulación endogámica, consecuentemente degenerativa, que tras espesas cortinas de humo parlamentarias (5) esconde un objetivo común e instintivo de supervivencia animal: la perpetuación de la especie.

En resumen: Cuentas y Cuentos (chinos) de familia (6).

Notas:
  1. A decir verdad, ya he detectado dos competidores, aunque a mucha distancia: el masculino asterisco (*), probable reminiscencia del venerable comodín del DOS (sólo para abuelos) y la femenina letra equis (x), quizá simbolizando la incógnita o ambigüedad implícita en el etiquetado sexual (el teórico y el práctico).
  2. Por esto no soy político ni creo que lo sea nunca. Si de mí dependiera, este problema se resolvía en 24 horas.
  3. Pero... ¿quién audita al auditor?
  4. Léase Monarquía.
  5. Humo y niebla que incluye, entre otros muchos, la hipócrita defensa de la igualdad de géner@.
  6. Con una ligera connotación mafiosa.

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