Si visita este blog por PRIMERA VEZ, le recomendamos leer EN PRIMER LUGAR Empezando por el principio.

miércoles, 25 de junio de 2014

¿Elecciones? Mejor una Tómbola

Tras sufrir hoy el enésimo impacto en toda la frente —entendida como frontera de entrada y salida de ideas— de una información relativa a la detención de servidores públicos —en este caso, sindicalistas— y sus presuntos secuaces privados (1), en relación con el también presunto desvío de fondos públicos —sí, siempre públicos, es decir, nuestros—, me ha asaltado la necesidad de reflexionar sobre varios temas en confusa mezcolanza y confusión, tales como lo privado, lo público, los partidos, los sindicatos y la representatividad, en un intento, probablemente estéril, de aclarar mis ideas, que, como hemos dicho, son lo que se esconde detrás de la frente (por cierto, en mi caso, cada vez más amplia).

Y toda esta confusión parece haberse condensado en el título, surgido de forma instintiva, casi espontánea, título que, aún cuando todavía no veo demasiado claro, por su plasticidad me agrada sobremanera, por lo que lo mantengo y lo intentaré explicar, incluso a mí mismo.

Conviene aclarar de entrada que “mejor” debe tomarse como adjetivo comparativo, es decir, como «superior a otra cosa y que le excede en una cualidad moral o natural» (2), y que esa otra cosa son las elecciones. Por lo tanto, su valor no es absoluto, sino relativo, algo que, puestos a elegir, de mantenerse la penosa situación actual —situación que intentaré analizar a continuación—, me resultaría preferible.

Todo empieza, ahora, con el intento de encontrar, también de forma condensada, el significado o mensaje escondido que subyace en el chusco y escueto titulo, la proposición que me permita efectuar un desarrollo coherente del artículo y, consecuentemente, un aclarado de mis ideas. Y encuentro esto:
«Cuando los representantes de los trabajadores no son trabajadores y los representantes de los ciudadanos no son ciudadanos, puede suceder cualquier cosa».
Y esta proposición, vista así, ya empieza a decir mucho. En primer lugar, establece dos premisas,  las cuales condicionan la conclusión y, en aras de la precisión y objetividad, requieren por lo tanto aclarar el significado que se les supone —al menos en este artículo— a los términos “trabajador” y “ciudadano”(3).

Si entendemos un “trabajador” como el «que trabaja» (4), la primera premisa es aparentemente falsa, porque ambos “trabajan”. El problema aparece cuando analizamos “para quién trabajan”. Porque un trabajador “representado” puede trabajar indistintamente por su cuenta (autónomo) o por cuenta ajena (patrón o empresa pública o privada), pero un trabajador “representante” debe trabajar siempre por cuenta de sus representados. Y cuando esto falla, es porque no efectúan su trabajo, por lo que dejan de ser trabajadores. Serán otra cosa —imaginen la que quieran—, pero trabajadores, NO.

En cuanto a la segunda premisa, si entendemos por “ciudadano” la definición ortodoxa: «Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país» (5), volvemos a falsarla aparentemente. Si bien resulta indiscutible que los representantes de los ciudadanos son los políticos, y que estos ciudadanos “representantes” intervienen en el gobierno de país, lo que ya es más discutible es que lo hagan los ciudadanos “representados”, aunque sea de forma indirecta por su capacidad de elección en unas elecciones. Y aquí no tendré en consideración una no-conformidad mayor representada por el generalizado incumplimiento de sus programas, lo que conduce inevitablemente a que su «intervención en el gobierno del país» sea, sino diametralmente opuesta, sí significativamente distinta a la que esperaba el ciudadano "representado". En cambio, tendré en consideración su considerable alejamiento de la realidad estadística ciudadana, que se podría resumir en su pertenencia mayoritaria a la categoría de "trabajador", por supuesto presuntamente “representado” también por ellos. Y este alejamiento, este “desclasamiento” es el que vamos a intentar demostrar.

Para ello me he tomado la molestia de extraer de las biografías de los principales líderes políticos actuales (6) unos datos básicos (edad, formación académica, años de “trabajo” y años en “política") cuyo resumen aporto:

  • Mariano Rajoy Brey, Licenciado en Derecho, Registrador de la Propiedad, 85% de su vida (7) en política;
  • Alfredo Pérez Rubalcaba, Doctor en Química Orgánica, 74% de su vida en política;
  • Cayo Lara Moya, Agricultor, 64% de su vida en política;
  • Rosa Díez González, administrativa, 83% de su vida en política;
  • Artur Mas I Gavarró, Licenciado en Económicas y Empresariales, 15% de su vida en el sector privado (8), 85% en política;
  • Susana Díaz Pacheco, Licenciada en Derecho, 100% de su vida en política.

Además de estos datos resumidos, cabe señalar que, con la honrosa excepción del Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, no se encuentra referencia alguna de “trabajo” ciudadano representado estadísticamente estándar (privado), repartiendo toda su actividad no-política entre el funcionariado, el sector público o la docencia. Por esto es por lo que pienso que, así sin más, no se les puede asimilar, como ciudadanos “representantes”, a la misma categoría de los ciudadanos “representados”. Es más, por su más que evidente alejamiento de la problemática real, del día-a -día, de los ciudadanos a los que presuntamente representan, resulta obvio que el resultado no puede ser bueno para los "representados".

Y un paseo rápido, tanto por el pasado (Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero) como por el futuro (Pablo Iglesias, Eduardo Madina o Pedro Sánchez, entre otros), no mejora la situación. En resumen, predomina la formación en Derecho, la docencia, el funcionariado, lo público y brilla por su ausencia la formación técnica —perdón Sr. Rubalcaba— y la dedicación al competitivo sector privado, tan denostado, pero realidad indudable, con paro y todo, para la aplastante mayoría de los ciudadanos (mal) representados.

Y como no se puede negar que esta situación y estos representantes, lo son de forma legal, y que esta “representación” la ostentan por delegación expresa de los “representados” a través de las elecciones, debo concluir que algo no funciona. Que el problema real de nuestra democracia es de no-representación, pero que este problema no es visto así por la ciudadanía, enfrascada en un zapping electoral en la espera infantil, inmadura y cómoda de que “los nuevos lo harán mejor”, sin darse cuenta que lo que sucede es responsabilidad suya (o nuestra) y no de sus presuntos representantes.

Y por esto es por lo que concluyo: si esto sigue así —repito, si sigue así—, sería mejor descargar de los electores su responsabilidad, institucionalizar la irresponsabilidad ciudadana y sustituir las elecciones periódicas entre listas cerradas de políticos y no-políticos que aspiran a la permanencia y a la pertenencia (9), por una Tómbola. Por un sorteo, con un buen sueldo y con obligación social y penal de aceptar y ejercer el puesto. Sin ninguna duda, estadísticamente hablando, dado que toda la clase política actual renovable sería excluida, el resultado no sería peor que lo que tenemos. Por simple cálculo de probabilidades, nos representarían ciudadanos de todo pelaje y condición, lo que incluiría, entre otros, ciudadanos competentes, no mayoritariamente abogados, éticamente solventes y acostumbrados a la competitiva lucha diaria en las trincheras de la vida, no de los partidos. Sin duda, nos representarían mejor, la Calidad aumentaría y, probablemente, en algún caso, hasta rozaríamos la Excelencia.  Lo dicho: mejor una Tómbola.

Notas:
1 – Catorce detenidos por fraude en los cursos de formación de UGT-A.
2 – Acepción 1 DRAE.
3 – Al término “representante” no le dedicaré mayor atención.
4 – Acepción 1 DRAE.
5 – Acepción 4 DRAE.
6 – Había que elegir. Y he elegido a los que encabezan sus formaciones. Por algo será.
7 – He considerado desde los 20 años, a pesar de que yo empecé a trabajar (sin comillas) con 14 y algunos de ellos entraron en política en la pubertad.
8 – Rara avis. Me quito el sombrero.
9 – No sorprende el nulo interés por la política (entendida así) de personal ajeno, independiente y competente con inquietudes sociales y de servicio a la comunidad. Que haberlo, haylo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario